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Joaquín Amaro durante la “Toma de Uruapan”, dos hechos que le acontecieron relatados por él mismo

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Noviembre, mes de la Revolución Mexicana, aprovechando estos días, refiero a dos lecturas atribuidas al destacado General Joaquín Amaro a su paso por esta plaza, y que se encuentran en el “Compendio General de México a través de los Siglos” (Tomo IV, Editorial Valle de México, 1991), en ellos se encuentran dos sucesos que le acontecieron en junio del año de 1913, justamente durante la Toma de la Plaza. A continuación, ambos textos:

“UN CURA ME AYUDO” (…) Sin embargo, el general Amaro asegura que si hubo en la revolución grupo ordenado que no cometía arbitrariedades ni crímenes, fue el que estuvo a sus órdenes. Y como prueba, hace conocer lo que ocurrió en la ciudad de Uruapan, cuando los revolucionarios ocuparon la plaza:
“Cuando entramos en Uruapan, -relata el general Amaro- recibí órdenes de imponer un préstamo a la población de medio millón de pesos. Uruapan era entonces una ciudad muy rica; pero me pareció exagerado el préstamo que se le asignaba”.
Antes de obligar a los ricos comerciantes a que dieran su contribución, di una vuelta por la ciudad y eché mis cálculos. Después, como yo no conocía a nadie en Uruapan, y como no quería que alguno de mis subordinados abusara, se me ocurrió que quien podría ayudarme era el señor cura.
Este era el padre Salgado, quien todavía vive y no me dejará mentir.
Llamé al padre y le dije que necesitábamos de Uruapan medio millón de pesos, y que, desde ese momento, lo comisionaba para que procediera a hablar con la gente rica para que ésta diera la parte que le correspondía.
El padre Salgado se alarmó; quiso rehusar la comisión, que no era muy agradable, pero sí necesaria; entonces le hice saber que, si él no intervenía en el negocio, me veía precisado a usar de la violencia para obligar a la población a que me diera el medio millón.
Seguramente el cura me vio tan decidido, aparte de que en Uruapan corrían las leyendas sobre el general Amaro, que accedió a lo que pedía, y en pocas horas me juntó 150 mil pesos, cantidad que yo creí que era suficiente para cubrir las necesidades de mi tropa.
Por supuesto que no faltó la leyenda; pues si se dijo que yo había sacado medio millón de pesos, y que había amenazado al padre Salgado que no me dejará mentir… /JOAQUIN AMARO.
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NO PERMITÍ SAQUEOS.- No fue este el único incidente ocurrido en Uruapan. A continuación, refiere el ex secretario de Guerra y Marina:
Entre mis oficiales había uno a quien gustaba la mariguana. Era un muchacho valiente, pero un poco desequilibrado.
Acabábamos de entrar a Uruapan, cuando alguien llegó a decirme que mis soldados estaban saqueando las tiendas de los parianes. Esto me causó indignación y salí del cuartel para ver lo que ocurría.
Frente a la plaza de Arteaga (1) había una multitud. Me abrí paso entre la gente y vi al oficial de quien hablo, frente a la puerta y los cristales de un aparador, y a culatazos e invitaban al pueblo a que saqueara el comercio, pues que ya era hora de que el pueblo disfrutara de los bienes de los ricos de Uruapan.
Indignado, me dirigí a la multitud, diciéndole en breves palabras que la revolución no había sido hecha para robar, sino para hacer un bien al país y que, por tanto, toda la gente debería marchar a sus casas.
En seguida, me dirigí al oficial, y con severas palabras lo reprendí, diciéndole que en el acto se presentara en el cuartel. Pero a mis palabras contestó levantando el fusil y cortando cartucho; y seguramente hubiera disparado sobre mí, de no ser que en ese instante uno de mis oficiales sacó su pistola y lo mató.
Así, Uruapan quedó en paz por un tiempo, no hubo quien intentara un acto más de esa naturaleza; pero entonces apareció la leyenda; se dijo “que en Uruapan el coronel Amaro había matado a uno de sus oficiales, que era un indio terrible; el indio de la arracada”.
No me encargué de desmentir lo que se decía, porque muchas personas que habían presenciado los hechos sabían que no había sido yo quien había matado al mariguano, y sabían también en qué condiciones había sido este muerto.
Por cierto, el general Amaro terminó el relato de sus primeros años de vida revolucionaria y militar, diciendo:
Del general Amaro se han contado muchas leyendas; el general Amaro sabe que ha sido siempre un hombre recto, pues es un idealista…

De: “Compendio General de México a través de los Siglos”, general Vicente Riva Palacio, Tomo IV, Editorial Valle de México, S.A. de C.V. 1991.

Selección del texto, Sergio Ramos Chávez, Cronista de la Ciudad de Uruapan.

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