Historia de Michoacán

La Plaza Fray Juan de San Miguel, nostalgia de un pasado

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El movimiento comercial y peatonal que se presenta en el centro de la ciudad del río que canta, hace todavía unas décadas era muy diferente al actual. Lo que sí es una realidad, un gran porcentaje de edificaciones, construcciones y negocios, han quedado en la memoria del ayer y son muy contados los comercios que han perdurado. Otra era la vida urbana que había en el pequeño pueblo provinciano. No se puede olvidar al Parián Nuevo en donde estaban dos portales: el Portal Ignacio Zaragoza y el Portal Miguel Hidalgo, identidad comercial de los pobladores.

Además, la antigua Cárcel Municipal, ubicada en el Portal Matamoros, exactamente donde se encuentra el pasaje Navarro; al igual, el Monumento a Emiliano Zapata, localizado sobre la Avenida Ocampo; el Portal Allende, parte del Pariancito, detrás de donde la mañana del 21 de Octubre de 1865 fusilaran a cinco distinguidos republicanos (José María Arteaga, Carlos Salazar, J. Trinidad Villagómez, J. Jesús Díaz y Juan González) llamados Mártires de Uruapan. A esta pequeña lista se puede agregar la famosa Plaza Fray Juan de San Miguel, misma a la que el populacho le llamaba «Plaza del Mercado» y que hoy en su lugar se encuentra el nuevo kiosco, construido durante el segundo gobierno de la alcaldesa María de Jesús Dóddoli Murguía, allá por el año 2004 y que en 2011 fue reconstruido dentro de las mejoras del centro por parte del gobierno de Antonio González Rodríguez. Dada la importancia que tuvo en la vida de los uruapenses este lugar, es justo escribir unas líneas al respecto.

Y es que por más de seis décadas, la Plaza Fray Juan de San Miguel fue una de las tres que se ubicaban en el centro de ciudad, solamente una de ellas, la de los Mártires de Uruapan, aún luce en nuestra ciudad, pues la antigua Plaza Juárez y la citada Fray Juan de San Miguel, se convirtieron, a partir de noviembre 1952, en la actual Plaza Monumental Morelos. La Plaza Fray Juan de San Miguel o del Mercado, colindaba al Norte, con el Templo Nuevo, hoy Inmaculada Concepción; la Huatápera y la Capilla del Santo Sepulcro; al Sur donde estaba la Cárcel Municipal, sito en el Portal Mariano Matamoros; al Oriente, con el Portal Santos Degollado, también llamado De los Guaracheros; y al Poniente, con el Portal Miguel Hidalgo que pertenecía al Parián Nuevo. Sin duda alguna, la determinación del gobierno de la prefectura por convertir, a principios de la década de los años 80’s del siglo XIX, la parte del vecindario que había y donde se planeó precisar la plaza, fue un gran acierto desde el punto de vista estético y para el mejoramiento urbano y comercial.

Hay antecedentes de que unos años antes de habilitar la plaza, este lugar era un callejón olvidado que daba una mala fisonomía a un espacio localizado en pleno centro del pueblo de Uruapan. El historiador uruapense José Napoleón Guzmán Ávila, en su obra «Uruapan durante el Porfiriato», comenta sobre un detalle referente al mejoramiento urbano de Uruapan de esa época y en relación a la plaza, el nicolaita nos dice: «Una plazuela que por lo reducida parecía patio de casa de vecindad se convirtió en la gran plaza «Fray Juan de San Miguel». (Citado originalmente en «La Libertad», tomo 5, número 30, Morelia, julio 27 de 1897). Fue durante las fiestas conmemorativas del 5 de Mayo de 1882 cuando habría de ser inaugurado dicho espacio comercial, dándole el nombre de «Plaza Fray Juan de San Miguel», como un recuerdo y a la memoria del seráfico franciscano que vino a evangelizar estas tierras y lo que no era más que un sencillo homenaje al responsable de la fundación hispánica del edén michoacano, hecho ocurrido por el año de 1533.

En 1882, la plaza se empedró y en sus alrededores se pusieron bancas, se colocó una hermosa fuente, se instalaron dos farolas en columnas de hierro cada una; más tarde, en la última década del siglo XIX en dicha plaza se plantaron árboles de naranjo. Posteriormente, en la Revolución Mexicana, un hecho ocurrido durante «La Toma de Uruapan», allá por el mes de mayo de 1911, fue cuando un grupo de la avanzada militar comandado por el cuatrero Santiago Archundia, penetró en la ciudad y cometió todo tipo de atropellos, robando comercios y casas particulares, rompiendo puertas si estaban cerradas y derribando todo lo que fuera estorbo o presentara dificultades para la labor de rapiña.

El saqueo y el hurto fueron imperantes en aquellos larguísimos minutos. Cuando el grueso de la tropa entró en la ciudad y su jefe Marcos Méndez se dio cuenta del acto de vandalismo, queriendo poner un ejemplo a toda su tropa, ordenó el fusilamiento inmediato de Archundia, amenazando con hacer lo mismo a todos aquellos revolucionarios a los que se les encontraran objetos robados. El acto de fusilamiento se llevó a efecto de inmediato, siendo ejecutado el cuatrero en el Jardín Fray Juan de San Miguel, frente a la cárcel y oficinas municipales. Pocos minutos después, el Jardín se vio colmado de objetos de diversos tipos que aparecieron como por arte de magia. Por otro lado, la fisonomía de la plaza de Tata Juanito siempre fue tomada en cuenta por el gobierno municipal, pues cuando se hacían mejoramientos a las otras dos plazas más pomposas (la de los Mártires de Uruapan y la Juárez), dicha plaza no era olvidada.

Por ejemplo, unos años después de su inauguración, por 1900, las autoridades en turno giraron instrucciones para que en la plaza colocaran estéticas farolas de hierro, varias lunetas para el descanso de los transeúntes, y una pequeña sección de jardín, cubierta por hermosos árboles de la región. Además, la hermosa fuente de cantera que se ubicaba en la plaza, siempre tan admirada por todo el vecindario, había sido construida posteriormente, inaugurada en 1933, dentro de las fiestas del IV Centenario de la Fundación de Uruapan. Inclusive, a la plaza mucha gente le comenzó a llamar la Plaza de la Pila, en referencia a la fuente anotada, donde se erigió el Monumento a la Madre, y curiosamente ahora ahí está el kiosco moderno.

En el IV Centenario de la Fundación Hispánica de Uruapan, el lugar sirvió para la realización de los eventos artísticos, culturales y deportivos de la conmemoración, tal como la asienta el semanario “La Voz de Uruapan», en sus tres últimas ediciones de 1933. Por ese tiempo, Vicente Vega, en su artículo «Rutas de Turismo» publicado el 6 de octubre de 1935, en la revista capitalina «Actualidades», sobre la plaza recuerda lo siguiente: «Estamos ya en el centro: calles con macadamia, expendios de gasolina (muy cerca de donde estuvo el Parián Nuevo), policías sentados a la puerta de la cárcel (hoy Pasaje Navarro) y al interior del famoso «bote» con unas rejas de madera y detrás los borrachitos que cayeron la noche anterior. Filósofo me dijo -y veo que no son borrachitos viejos, 25 años a lo mucho- son los productos de nuestros años de agitación y al hablar de ellos, me tratan de «compañero».

No cabe duda que los últimos movimientos sociales han echado raíces en ellos, ya que no soy muy partidario de los campesinos ni de los humildes, porque soy de ellos; por primera vez me siento a disgusto porque me dicen así. ¿Acaso me estaré aburguesando? Creo que no, de seguro es porque no soy «borrachito». Por frente a la cárcel, sus vastos jardines se extienden derrochando salud y vida. Siento verdaderos deseos de recorrerlos, lo hago y en mis recorridos me quedo atónito, a lo lejos veo una capilla con una portada hecha en el siglo XVI (La Huatápera) con cantera tallada, es una iglesia, más bien una que fue bella iglesia. En la parte superior se encuentra un santo con las manos en alto, es un San Antonio (¿?). Al verlo pienso en la ciudad de este santillo tan chiquito y tan viejo.

Asimismo veo mujeres que pasan delate de él con respeto, hombres de cabeza blanca se persignan y pienso; este santillo está alterando el orden social, pues por su causa se violan las leyes respectivas. Leo la placa y veo que uno de los ayuntamientos pasados ha dedicado una placa a Fray Juan de San Miguel que fue el fundador de Uruapan y todo me lo explico. Veo que de seguro el santito tiene viejos conocidos que velan por él, aunque sea como un recuerdo histórico». Por otro lado, se tiene conocimiento que en un anexo a la plaza y en parte de la misma, a principios del siglo pasado se ubicó el mercado más concurrido del pueblo provinciano y en donde los uruapenses, vecinos, pobladores de tierra caliente, la meseta tarasca, forasteros y arrieros comerciaban, vendían y compraban, principalmente los fines de semana, sobre todo los de las rancherías. Aunque el mercado funcionaba toda la semana.

Por la Plaza Fray Juan, de Tata Juanito, del Mercado o de la Pila -como se le quiera decir- comerciantes de aquí, de otros pueblos y hasta de partes lejanas, ubicaron tendejones, changarros y comercios ambulantes donde ofrecían sus mercancías al público uruapense. Muchos de esos comerciantes ambulantes con el paso del tiempo mejorarían sus negocios y se instalarían en espacios fijos, ahora en los portales o algunas calles cercanas al centro. El cronista uruapense J. Jesús Alejandre Romero, en su obra póstuma «Uruapan de Antaño», recordaba a varios de los comerciantes que se establecieron allí (probablemente por los años 20´s del siglo anterior), pero en primer orden cita a los que vendían las ricas carnitas estilo Uruapan: «Don Fabián vendía en una enorme canasta de Novenas, los rosarios, y principalmente los Silabarios de San Miguel.

En una ocasión en que se hizo notable la falta de esos impresos, don Fabián acudió a recogerlos (a la estación) para su venta inmediata, pero al pasar por la desaparecida Plaza Fray Juan de San Miguel -donde hoy está el sitio de coches de la Monumental Plaza Morelos- se acercó a una señora que vendía tortillas en su tazcal, le dice don Fabián: mujer ya llegó el tren, nomás Silabarios trajo, te los cambio por tortillas, mujer» (es seguro que la vendedora accedió), y siguió pregonando por los diferentes puestos del mercado que entonces se ubicaban precisamente en dicho lugar y frente a la Huatápera». Y prosigue el cronista: «¡Ah!, Vienen a mi mente tantos comerciantes que se encontraban ahí y que nada más sus recuerdos quedan… entre los que expendían carnitas, y que ya no probaremos otras igual de sabrosas y doraditas -no pintadas- estaban: Don Samuel Herrera, hermano del poeta Juventino Herrera Prado, los reniegos; me parece que también don Francisco Belmonte «El Chamorro»; don Andrés «El Pato», Francisco, el papá de Nicolás Oropeza Escobar, y tantos otros que fueron conocidos y que en estos momentos se me escapan de mi memoria. Pero no así el buen viejecito don Plácido Peña, que expendía muy sabrosos chiles en vinagre… Me acuerdo que don Plácido alquilaba aparatos de petróleo a los que vendían carnitas…

En ese tiempo de nuestro Uruapan de Antaño, ir a cenar era fácil, pues se acostumbraba decir uno: ¡Vamos al tres y dos!, y que consistía en tres centavos de carnitas y dos de tortillas, pero no debía faltar un centavo de vinagre o dos chilitos para después ir con don Mateo Ramírez el de la «Fuente Maravillosa», a tomarse un rico Charape de Piña de a dos fierros o un vaso grande de asa, con carbonato de cinco centavos». Por cierto, alrededor de la plaza era un mundo de gente el que se veía caminando y comprando en los diversos puestos pintorescos. Nicolás Oropeza Escobar, (Nahuatzen, 1917-Uruapan, 2009), uno de los mejores amigos de quien esto escribe, vecino de Uruapan desde los ocho años, mencionaba que desde que tenía memoria, en tal lugar se vendían las famosas carnitas de Uruapan y todos los puestos eran al aire libre. También, expresaba que había vendimias de comida, donde atendían las famosas chimoleras, que expedían sus platillos hechos con leña y carbón, en fogones. Se concentraban por la fuente, antes de que esta se pusiera.

En los puestos de comida, al que concurrían mucho los fuereños, arrieros y vecinos del pueblo, se preparaban el sabroso arroz, guisados, carnes fritas, bistecs, frijoles bien fritos, recién cocidos, sopas aguadas, aporriadillo, etc. Oropeza Escobar no olvidaba a una vendedora que le decían doña Juana, quien desde las cinco de la mañana preparaba un sabroso café con piquete, servido en la clásica ollita de barro. Lo mismo que a don Marcos y Alejandro Tapia, quienes vendían fruta de la temporada, pero especialmente la procedente de la Tierra Caliente (melones largos, sandías, naranjas, tamarindo, limón, mameyes de a kilo, etc.), y también recordaba a la mamá de los señores Villanueva, que vendía deliciosa fruta fresca a precios muy bajos. De todas las vivencias de la plaza, bien podría hacerse hasta un libro, sin embargo, lo que por ahora se puede agregar es que, con el paso de los años y a pesar de que la plaza comercial funcionaba muy bien, a raíz del famoso incendio del parián ocurrido el 31 de marzo de 1951, el gobierno local ordenó quitar el mercado y hasta la hermosa fuente de cantera, desapareció.

En 1952, luego de que la quemazón acabó con el parián nuevo, las autoridades construyeron la Plaza Morelos y el monumento al Generalísimo que hoy todos admiramos, por lo que se dio una imagen más moderna a esta parte del centro, lo que al igual incidió en que la plaza sólo quedara en la memoria del ayer. Cuando este hecho ocurrió, la plaza de Tata Juanito, luego de que luciera en esa parte del centro desde el 5 de mayo de 1882 hasta 1952, se integró como parte de la flamante Plaza José María Morelos. Por último, los recuerdos vividos en el ambiente popular del famoso mercado y la plaza conocidos por todo el vecindario de Uruapan, han perdurado en la mente de mucha gente de aquella época.

Ya desde los años 70´s del siglo anterior, se edificarían otros mercados, como el de la Charanda o Mártires de Uruapan, el de San Francisco, el Mercado de Antojitos; el de La Mora, el de La Ramón Farías, el de la Quinta, etc., pero nunca ninguno como aquél que estaba situado en la Plaza Fray Juan de San Miguel, tan popular, pintoresco, tan provinciano y familiar, pero sobre todo tan propio del Uruapan del ayer, sin las inquietudes y pesares del modernismo incontenible.

Texto: Sergio Ramos Chávez.

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