Entrevistas y Colaboradores

José María de Tavira: La sonata de Liszt en sol de vida

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Ayer tarde en la fuente del Centro Nacional de las Artes conviví en charla con José María de Tavira. Platicar con Chema conlleva desentrañar la vida. Los secretos. La otredad que susurra ecos de conformación presente. Chema, como cariñosamente le decimos, es hijo de dos seres notables en el firmamento artístico: La actriz Rosa María Bianchi y el director teatral Luis de Tavira. Así que ellos acompañaron nuestra charla como referentes muy vivos en la vida del actor. Quise preguntar a Chema dos recuerdos en su educación infantil por parte de sus padres. De su madre, Rosa María, me habló del enorme amor como norma de vida, reflejado el sentimiento hacia la responsabilidad, la constancia, el respeto a la vida. De su padre Luis, recuerda una imagen en una playa. Una ola lo revolcó, e inmediatamente lo instó a que la volviera a enfrentar. Vencer el miedo. No permitirse la derrota.

Dos realidades que marcan mucho el cómo enfrenta la vida José María. Estas se ven reflejadas para aquellos que lo conocemos. Chema habla con un enorme cariño de su hermano Julián. Cinco años mayor que él. Un hermano sí, pero también una guía casi paternal. Me hablaba de su enorme gusto por la soledad. La conoció de niño. Creaba sus juegos. Hablaba solo. Cuando esa condicionante lo visita, ahora en su vida adulta, la recibe sin ningún problema. Chema disfruta de leer, oír música, tocar el piano, cuidar sus cultivos de tomate, ver una película o un partido de futbol. Adorador del “Barca” por cierto. Juega en un equipo de futbol rápido.

La energía de José María tiene diversas tonalidades. Imperando siempre la vitalidad, la esperanza, la generosidad. Hay una mirada en él de poeta romántico. Chema parece, por su modo de ser, un joven de otros tiempos. Por eso intitulé su escrito en la grandeza vital de la sonata pianística de Lizst. Su formación actoral la hizo en Inglaterra. Cualquiera hubiera pensado que estudiaría en el Centro Universitario de Teatro, lugar que liga profesionalmente a sus padres. No fue así.

Él pone tierra de distancia y se va a Inglaterra. Ahí José María hizo mucho teatro. Actuó, dirigió, vivió todo el entorno teatral. Recuerda este período como un gran encuentro consigo mismo. Donde aparecieron todo tipo de enfrentamientos interiores. Un crecimiento en la búsqueda de saber quién era. Al regresar a México vendrá el cine y la televisión a su encuentro.

Es en este periodo que aparecen películas como: “Amar a Morir”, la afamada: “Arráncame la Vida” y “ El Baile de San Juan”. Pero vendría para Chema una invitación clave en su vida. Su padre lo invita a protagonizar la obra “La Expulsión” de José Ramón Enríquez. Texto que habla de la expulsión de los jesuitas en el Siglo dieciocho de la Nueva España. Una obra fundamental en la vida del maestro Tavira pues era darle realidad teatral, más allá del hecho histórico, a un asunto medular en su vida: su paso por la Compañía de Jesús. Chema me habla que era interpretar a su padre en el papel de “José Ignacio”.

Esto provocaba miedo, temor. Así como de niño enfrentó a aquella ola, la vida le ponía ahora un tsunami, así me lo relata. La presión era mucha. Las miradas críticas de los compañeros actores, del medio teatral cultural, que es cosa seria, las de su padre, y las de él mismo como su propio juez, eran todo un reto a vivir y a vencer. Chema hizo un lindo personaje. Lleno de bondad, ternura, conflicto interior, rebeldía, un crisol humano. Recuerda el orgullo que sintió de su padre al felicitarlo en el camerino. Yo como compañero actor de Chema en esa obra viví la pasión responsable con él que dio todo a su actuación. De hecho ahí lo conocí. Nos caímos muy bien.

Ayer que recordábamos ese montaje, rememorábamos con enorme cariño a los compañeros y al lugar de gestación creativa de la obra: el gran Pátzcuaro Michoacán. La inquietud lleva a José María a adaptar y traducir junto a su padre, el texto: “Los pequeños Zorros” de Lillian Hellman. Representación que se llevó a cabo, con gran éxito, en el Teatro Santa Catarina de la UNAM en el año 2016. Dirigida por Luis de Tavira. En esa ocasión aprecié en él una gran cualidad: La exposición. Su padre le encomendó diera a los actores una charla sobre la comercialización del algodón, elemento fundamental en la obra Pequeños Zorros. Chema nos dio un gran panorama al respecto, misma que gozamos enormemente los actores de ese entrañable montaje. El año 2017 tiene un gran significado para el actor. Recibe la invitación de su padre y del productor Enrique González Torres para interpretar al sacerdote jesuita Pierre Teilhard de Chardin en la obra “El Corazón de la Materia”. Texto escrito por José Ramón Enriquez, por Luis de Tavira y por el mismo José María de Tavira.

La obra ha sido todo un camino de luz en las búsquedas personales de vida del inquieto Chema. Sabía de la enorme responsabilidad nuevamente. Un personaje complejo lleno de vicisitudes: Sacerdote jesuita, evolucionista, paleontólogo, científico, con la grandeza de unir un pensamiento donde congenian a plenitud la ciencia y la fe. El gusto de José María por la ciencia, del amor potente a la naturaleza lo han ayudado a conformar este personaje que le ha dado una gran madurez humana y actoral. Como su compañero actor de esta aventura gozo enormemente su escena de,“La Misa al Mundo”, momento que revela la grandeza espiritual de una comunión de Teilhard con la materia, con el corazón de Dios y con los hombres. “Lo vivo como Santa Teresa”, me dice Chema con una sonrisa. Esta obra le permitió conocer enteramente a su padre.

Hablarle con la verdad de un hijo, acerca de lo que es su visión personal de la vida. Ese momento que todo hijo anhela confesar a su padre para conseguir su cariño y respeto de acuerdo a los propios parámetros personales. Esa autonomía enorme de comunión con su progenitor fue el regalo que le dio “ El Corazón de la Materia”. Cuando me contó eso casi me hace llorar. Es hermoso. Quizá por que sientes espejos de vida. Para mí es un enorme gusto convivir la vida y el teatro con este gran ser humano. Un joven con el cuál se puede charlar, conversar en verso mayúsculo la vida. Una nueva ola lo espera. Esta será enfrentada cuando su propio mar lo disponga: el dirigir. Algo que a Chema lo inquieta. Mucho tendrá que decir de la vida esta alma magna, sí, esa que suena como elocuente sonata de Liszt. Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

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