Entrevistas y Colaboradores

Anaïs Nin, de sus diarios, una locura imaginaria exquisita

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«Henry, hoy estoy triste por los momentos que me estoy perdiendo, esos momentos en que hablas con Fred hasta el amanecer cuando estás elocuente, brillante, violento o exultante. Y me entristeció que te perdieras un momento maravilloso de mí. Anoche estaba sentada junto al hogar hablando como raras veces lo hago, dejando a Hugo pasmado, sintiéndome inmensa y sorprendentemente rica, contando historias y exponiendo idas que te hubieran divertido. Hablaba de mentiras, de diferentes clases de mentiras, las mentiras especiales que cuento por motivos específicos, para embellecer la vida. Una vez que Eduardo se puso demasiado analítico le conté el cuento de un amante ruso imaginario. Se quedó embelesado.

 

Y con ello le transmití la necesidad de locura, la falta de riqueza de emociones que tiene, porque es impotente emocionalmente. Cuando estoy angustiada, desconcertada, perdida, me invento que conozco a un viejo sabio con el que converso. Le hablo a todo el mundo de él, cómo es, lo que ha dicho, el efecto que tiene sobre mí (alguien en quien apoyarme un momento), y al final del día siento que la experiencia vivida con el viejo sabio me ha fortalecido, y estoy tan satisfecha como si todo fuera cierto. También me he inventado amigos cuando los que tenía no me satisfacían. Y disfruto muchísimo de mis experiencias. Me llenan, me enriquecen. Labor de bordado.» Anaïs Nin (Francia, 1903 – Los Ángeles, 1977). Diarios.

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